Estancadas las espinas de tu nombre, eternamente enunciando nada.
Sabes cuán difícil es regresar de rumbos desconocidos,
y aún así, te esperaba.
Bichos luminosos ensangrentan camas de nubes blancas.
Tranquilidad, sabiendo que no es allí, que una vez más estaba equivocada.
Pausas infinitas al pensar;
narrando historias de pañuelos y bocas sin sonrisas,
dibujando planetas en cuadernos de ensueños.
Póstumos aires sofocantes de anhelo impasible
consienten el recorrer laberintos enjaulados por acres labios.
Buscando en algún aura resplandeciente señales descoloridas;
reconociéndote entre trenes y pasos, lágrimas y gritos...
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