Un día entero para estar en casa, sola, tranquila, en silencio. Tarde nublada, lluviosa, de otoño y repito: en casa!. Mientras espero al mèdico aprovecho para buscar los textos que me miran ansiosos hace meses, apuntes subrayados tachados escritos repasados resaltados que ordeno, del primero al último, del más grande al mas finito, del más interesante al más aburrido, del más vulgar al más coqueto. Finalmente me decido a empezar con mi valiosa tarde de estudio. Pero (siempre hay peros) algo pasa, y no es casual que siempre sea lo mismo, surgen esas patèticas paradojas: si hay trabajo quiero estudio, si emprendo lecturas pretendo ratos libres. Quisiera gritarlo pero me censuro y entonces lo escribo: basta de

recuerdos de cuando leí tal página, acotaciones al márgen de la hoja, què pasó aquel día cuando terminè la clase, números de quièn sabe quièn anotados con urgencia y lápiz rojo, cuáles eran mis fines y mi propia teoría de aprendizaje por aquellos tiempos, què ente interplanetario generaba expectativas para afrontar la rutina estudiantil, las veces que no pude prestar atención por diferentes motivos, partes de canciones entrometidas, cuántas veces tachè y puse "no", más signos de admiración que de pregunta

Así es, lamentablemente cualquier cosa que haga de mi vida involucra millones de connotaciones, detalles indirectos, propósitos que hacen todo bastante sofocante. Y puedo seguir explicando una y otra vez este fenómeno peculiar... pero tambièn se que si continúo hacièndolo voy a mirar el reloj y decir: "suficiente por hoy, hay que dormir...". Entonces las agujas del reloj se tornan infinitas.
Y así no se llega a ninguna parte, mi querida.