Ya imaginaba una situación así, no me sorprende, para nada. Y sin exageración a la vista digo, a justo una semana del Personal Fest, una semana después de haber vivido un día sin preocupación alguna, habiendo disfrutado al máximo cada color, cada huella del Sol, hablando de música, de gente, cantando, bailando, riendo, mirando el cielo, sin nubes, con estrellas, brisa (y olor a naturaleza...)... -con todo esto reafirmo- que la música representa uno de los mayores sentidos de la vida, y que no suene hiperbólico, fue tan solo un día, unas horas de armonía que se sintieron poderosas ante una rutina agobiante y frases poco comprensivas. Limitaciones impuestas y no reconocidas, ética, moral, el "no atreverse a" los hace jueces y castigan, con palabras, con miradas, con una desnudez tétrica de lo que está censurado en el interior pasado, y que ve la luz gracias al brillo de lo desconocido (y por ende devaluado). No es consecuencia de un mero festival, no es por este ni por muchos más (anteriores o los que vendrán) que me siento así, entre alegre, nostálgica e indignada, es por ver el impacto voraz de cada gota de agua turbia sobre un gran mar celeste, calmo y con pocos barquitos animándose a navegarlo.
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